Un caso con muchos terapeutas

Quienes venimos sin éxitos y de darlo todo en otros tratamientos esperamos que esta experiencia sea mas de lo mismo.

Yo no era una persona incrédula aunque me mostrara de esa forma. Solía dejar que los profesionales hablasen de mi y de mi caso como si lo entendieran, pero en el fondo sabia que nadie podía entenderme por mas voluntad que le pusieran. No se si era yo o eran ellos, si es que yo fallaba en el tratamiento, si omitía cosas, o si ellos no las veían adrede.

La verdad es que en el momento no me daba cuenta de que era lo que no funcionaba.

Nunca me identifique con eso de “tengo un problema y tengo que ir al psicólogo porque no puedo resolverlo y esta complicando mi rutina”, porque nunca estuve “bien” como para darme cuenta de que algo estaba mal.

Desde que tengo uso de razón que vivo en el malestar.

Me daba cuenta que iba creciendo en edad pero internamente yo me sentía en el mismo juego de siempre: hacia cosas por cumplir con ellas y como no entendía los objetivos que perseguían me quedaba a medio camino en un bucle de cumplimiento pero que nunca acababa.

Digamos que uno estudia para recibirse y sacar provecho de eso, bueno yo estudiaba porque era lo que tenia que hacer y sumaba saberes, me anotaba en miles de cosas (a veces las terminaba) pero que no me llevaban a nada. Si me recibía de algo la dicha duraba un día o dos y automáticamente volvía a prenderse sin mi autorización la insuficiencia.

Con el trabajo me pasaba lo mismo, no entendía que aquel era el medio para poder obtener beneficios económicos u retos que me llevaban a superarme o eso de “hacer lo que te gusta”. En el caso del trabajo yo me sentía siempre una niña en falta. Estaba aterrada (por mas de que no lo mostraba obviamente) de que se dieran cuenta de que no sabia hacer las cosas y que me echen, es mas, llegaba siempre puntual pero algo internamente estaba asustada con que me dijeran algo sobre mis horarios. Cada vez que en la sala entraba un superior, yo temblaba prediciendo que iba a acercarse a “retarme”…

Estas eran las cosas que yo debía hacer, todo el resto pasaba a segundo plano, incluso mi cuidado. Entendía que tenia que bañarme, de hecho admito que me sentía mejor al hacerlo, pero si podía esquivarlo (o si no veía a nadie) tranquilamente lo evitaba. A veces me picaba el pelo o me sentía sucia, pero eso no era suficiente motivo para cuidar de mi. Como si fuese un juego que se trataba de cumplir o no cumplir. Si un día no hacia algo de lo que tenia planeado me generaba mucha angustia, me desesperaba o me sumergía en un estado anímico muy oscuro del cual no podía salir. No veía mas allá, simplemente me sentenciaba diciéndome: “soy un fracaso”.

Por el contrario si durante el día había hecho un “buen trabajo”, adelantado cosas del estudio o si había cumplido con ese pensamiento tortuoso que por días me picoteaba la cabeza: “tenes que llamar a tal que no anda bien, si no lo haces va a pensar que sos una descuidada y mala amiga, te va a dejar de querer y les va a decir a todos lo mal que te portaste con ella” me sentía como alegre o liviana.

Estar en contacto con mis seres queridos era un peso también para mí que se sumaba a mis tareas semanales. Podía safar un día, pero si llegaba el viernes sin haberme contactado con ninguno de ellos, mi cabeza automáticamente decía “te vas a quedar sola porque sos mala”. A ver, cuando yo digo “mi cabeza decía” no es literal. Por mas de que intente escribirlo no puedo hacerlo porque el “te vas a quedar sola” es lo que yo he interpretado de una sensación muy fea que sentía en el cuerpo. Y como todas mis sensaciones de ese momento, aparecían pero no se mostraban afuera. No es que yo lloraba, gritaba o lo que sea, era un tormento interno que con los años aprendí a obedecer sin cuestionarme. No me asustaban esos estados, me daba cuenta que estaban, pero esos eran los “maestros” o profesores a los cuales yo debía cumplir con mis tareas. Pensaba que todos funcionábamos así, que las personas tenían sus vocecitas ahí dentro diciéndoles también como comportarse. Es por eso que nunca había hablado de esto en sesión, daba por sentado que los terapeutas lo sabían.

Desde adolescente que iba al psicólogo, era una actividad más que cumplir. Yo no era de las que se sentaban y mencionaban un problema concreto. Me sentaba y decía: “vengo porque tengo bulimia”, sin saber bien que iba a hacer con eso.

Cada vez que exponía esa oración me invadía una vergüenza y una sensación tan incomoda, que hacia algún chiste o cambiaba de tema para sacarme de encima el calor y el tono rojo que invadía mi cara, no quería decirlo, pero había aprendido a hacerlo.

No pasé por un tratamiento, hice muchísimos.

A los primeros no los entendí, de hecho no recuerdo lo que trabajaba en esa época. Tengo algunos registros en mi memoria de situaciones que no me gustaron o que mentía para no asistir. Era adolescente en ese momento. Iba porque me obligaban mis papás. Ellos nunca me explicaron que esperar de esos encuentros, un día me dijeron “no sabemos mas que hacer con tu tema así que vas a ir al psicólogo”; pese a que no recuerde que hayan hecho mucho. Nunca nadie me había preguntado nada y si lo hicieron sinceramente yo no tenia respuestas así que reaccionaba con enojo o como podía para que no sigan consultándome a mi algo que me daba culpa, no podía resolver y no hacia apropósito. Además siempre querían hablar cuando yo estaba vomitando… No estaba en mis cabales, ..¿¡porque no venían a mi cuarto a hablar conmigo como esas películas donde las madres se preocupan por sus hijos!? Que injusto era! ¿que pretendían que les dijera? Parecía que de ese modo corroboraban que todo era mi culpa, esa escena del baño mostraba un demonio y un padre preocupado. Vamos, seamos sinceras, es como pedirle a alguien que le acaban de robar que recite un poema, no, es lógico que no pueda hacerlo porque su cuerpo esta en otra…

De más de grande tenia un poquito más de interés porque vomitar se había vuelto un fastidio. Ya no me salía tan bien. No me daba mucho placer y de diez vómitos semanales, solo uno era agradable. El resto eran a escondidas, rápidos, se quedan atorados en mi garganta, o me hinchaban mucho la cara.

Dio la casualidad de que fui a un centro que tenían nutricionista, psicólogo, medico y un plan de tratamiento donde seguía pasos esperando que se eliminaran los vómitos. Ese era el momento del alta. Recuerdo que la psicóloga me dijo que duraba mas o menos dos años, y que yo la mire súper sorprendida. Ella me miro muy segura y me dijo “nena son dos años por supuesto que te vas a curar”… Aun hoy me genera tristeza eso. Porque recuerdo que me emocioné, y le creí…como una ingenua. Hoy se que esa emoción es fundamental para cambiar, entonces ¿Qué paso? ¿Por qué no me cure si seguí todo lo que me habían pedido? Hasta incluso no les mentía e iba súper motivada. Pero lo que reconozco es que algo me pasaba con la psicóloga. No podía vibrar bien con ella, siempre estaba cansada, era muy directiva y no decía cosas que yo no supiera. Yo necesitaba a alguien que entendiera lo que me pasaba, no que me juzgara. Quería escuchar cosas como «los alfajores de maicena si no los hidratas te van a re costar sacarlos» o «es mega difícil el tema del olor, te entiendo» . Necesitaba una aliada para confiar en ella, y no alguien a quien seguir escondiéndole lo importante.

Frente a mi oposición con ciertos temas ella se impacientaba y revoleaba los ojos hacia arriba…y yo a ese gesto que me partía el alma le devolvía, como ya había aprendido, una sonrisa. De ese modo las dos nos “burlábamos” de lo que yo decía y cambiábamos de tema…

Luego de esa experiencia pase por otros profesionales que directamente no le daban bolilla a los vómitos. Hablábamos de otros temas, pero rara vez me preguntaban por la frecuencia de los síntomas o como me encontraba con eso. Para mi fenomenal. Porque con esos temas siempre me agarraba “cosita”.

Por lo tanto se podría decir que soy muy desconfiada, lo reconozco. Es que de tanto tratar de solucionar esto, ¿como alguien que no me conoce va a poder hacerlo? ¿Cómo alguien va a encontrar la aguja en mi pajar si yo ya la he buscado incluso con lupa?.

Hacia casi diez años que convivía con uno de los trastornos mentales más severos. El entorno en donde crecí colaboraba con su secreto. Mi familia lo sabia pero actuaba como si no. ¿Cómo iba yo a revelarme ante este comportamiento? No. Yo, que lo sufría, también actuaba como si no existiese. Y de esa forma buscaba “ayuda”.

Yo crecí con guías. A mí me decían que era lo que tenia que hacer y hasta la adolescencia obedecí:

Vas al colegio

Vas a ingles

No miras estos programas

No te juntas con tal

No podes salir

Eso no dice

Mamá resolvía sin consultar ni explicar. Como esas personas que no te dicen la receta de sus platos exquisitos para que siempre sean ellas las que la hagan fenomenal. O ella me decía lo que tenía que hacer. Yo no podía hablar desde la simpleza de quien era sin sentir rechazo de mi familia, burlas o humillaciones por lo que les comentaba. Si lo hacia me sentía rígida, incomoda e insegura.

Para hablar con mi familia se debia hablar como si una fuese un tercero. Por ejemplo: “viste que la prima de fulanita tiene una relación mala con la comida?” .

¿Cómo iba a saber dialogar con un psicólogo? Hacia lo que podía hacer o lo que creía que había que hacer…

Siempre fui la paciente ideal.

Llegaba en horario, no tocaba timbre hasta que sea la hora en punto para no molestar, no hablaba mucho en el hall de entrada y no bombardeaba a mis terapeutas de contenido por mas amables y empaticos que se mostraran, allí para mi criterio no era el lugar para hacerlo.

Cuando estábamos sentados en el consultorio hablando podía mostrarme mas audaz, pero se que siempre estaba algo ahí oculto que no se dejaba ver, y no fue hasta el tratamiento con EMDR que pude darle lugar.

No me pregunten como fue.

Mi última terapeuta era una persona y  no un robot. Recuerdo ver en su expresión una cara de preocupación cuando yo, lo mas campante, le comentaba en nuestro primer encuentro como había sido mi infancia.

Se mantuvo en silencio pero me hablaba con sus gestos. Por más firme que yo me mostraba, me sentía abrazada con su postura. Inconcientemente yo intentaba alejarme de un tema haciendo como que no tenia importancia y ella lo permitía sin juzgarme, esperaba a que me diera cuenta y cuando finalmente lo hacia, ella me sonreía como diciendo “bien corazón, menos mal que lo ves” .

Mi rol, a diferencia de los métodos anteriores, era muy activo. No iba a sesión a escupir información y que la otra persona me diga que hacer y que no. Sino que ella se interesaba por saber que pasaba dentro de mi cuando sonreía al contarle una experiencia dolorosa.

Me hacia preguntas sobre temas que para mi no eran  relevantes o incluía cosas que jamás hubiese advertido. Quizás yo me pasaba diez minutos contándole algo, y ella me decía: ¿notaste que cuando me decías esto tu ceño se fruncía?, si eso tuviese palabras y quisiera agregar algo, ¿que nos diría? Y de a poco nos fuimos sumergiendo en áreas de mí que nunca había visto. La incluyo, porque con ella aprendí que la psicología no tiene el manual encima y que los tratamientos dependen del trabajo en conjunto. Ella no tenía las respuestas porque esas dependían de mí.

En mis tratamientos anteriores me pasaba que cuando me hablan yo lo que internamente quería y buscaba era que me quisieran. No se bien de que se trataba eso, pero quería conquistarlos, no comprendo porque me empeñaba en que vieran normalidad en mi, solía contarles las cosas que me pasaban en la semana muy por arriba y no me daba cuenta de que era lo que tenia que decirles, yo filtraba y les mostraba todo lo bueno que tenían mis días. Cuando intentaban indagar por lo malo, creo que gastaba un montón de energía en justificarlo o explicar porque lo hacia. No entendía, o no sabía, que de lo que se trataban esos espacios era que yo me diese cuenta de lo que internamente estaba pasando.

Cuando yo me enojaba nadie se daba cuenta, pero ella si. Por lo general cuando dialogaba con otros y algo de lo que decían me enfurecía yo no se los dejaba ver por miedo a sus respuestas. Mas tarde aprendí que eso era un mal manejo de la comunicación, cosa que hasta el momento yo pensaba que era lo mejor que uno podía hacer para no entrar en conflicto. Lo aprendí porque detecte que si no lo hacia en el momento, algo dentro de mi acumulaba y que de repente cortaba los vínculos que tenia porque simplemente ya no me encontraba conforme con la persona, esas experiencias sumaban puntos a mi creencia “no soy querible” cuando en realidad esa mezcla de pensamientos y el no validar lo que me pasaba eran los responsables de mis distancias y no tenían que ver con que yo no era capaz de ser amada.

Así que de este modo empecé a trabajar con ella mi intimidad. No le puse una barrera, le puse todos los ladrillos que encontraba a mi alcance con tal de no darme cuenta de lo que estaba pasando o diciendo. No me daba cuenta que usaba muros para vincularme, ella me decía “los trastornos alimentarios se basan en los vínculos y en la forma de relacionarse con otros mas que en la comida, cuando comes de la forma en que lo haces solo estas reproduciendo el drama que vivís internamente con vos y con los otros que te importan”

Me costaba distinguir si quería o no a los otros porque de verdad en mi cabeza había tantos diálogos y opiniones hacia ellos que me era difícil decidir si en verdad los quería. Ella me decía: “estos cuadros tienen alterado su mundo interno, el caos que llevan dentro se caracteriza por polos opuestos o cambiantes, y eso confunde a cualquiera”.

Un día ella no me contesto un mensaje. Me asuste unos dos minutos y automáticamente me enoje, pero por supuesto no le dije nada. ¿Esperaba que se diera cuenta? ¿Quería que me descifrara? ¿Como iba a saberlo si no solo no se lo comente sino que yo seguía actuando como si nada y sonriéndole cuando por dentro estaba dolida?.

En las siguientes sesiones ella me indicaba cosas y a diferencia de los meses anteriores, yo me enojaba.

La tenía que ver un martes y no pude asistir a nuestra cita porque me encontraba enferma. Le pedí que me cambiase el horario y me dijo que no tenia lugar en la semana y que nos veíamos la siguiente…

Quebré un domingo a las seis de la tarde.

Me gobernó una ira tan intensa que le tuve que escribir un correo. Dentro tenia bombardeos de desilusión, desesperanza, enojo, reclamos, anhelo. Me molestaba que no se diera cuenta y que no me diga nada al respecto. Por lo general ella era muy amable y cariñosa, pero en ese punto la percibía con desconfianza, sentía que me había traicionado al punto de convencerme que abandonar el tratamiento era lo mejor que podía hacer porque evidentemente nada de lo que hacíamos había tenido sentido.

Este iba a ser otro intento fallido. Había llegado a mi límite. Así que le envié ese correo con todo mi descargo y despedida. Total, yo le era una paciente mas, un numero extra en su cuenta bancaria. Yo no era importante para ella y seguramente vivía conmigo lo mismo que vivía con todas sus pacientes. Pero a mi no, a mi no iba a despreciarme de esa forma.

Para mi sorpresa, me llamo ese mismo domingo para explicarme lo que había pasado, “este es un buen ejemplo y una experiencia rica para trabajar el modo en el que soles vincularte”, le dedico solo unos minutos a lo que había desencadenado mi enojo y luego de disculparse, cosa que me mimo internamente, paso a explicarme de que se trataba eso poniéndole nombre: apego desorganizado.

14 Comments
  1. Querida Anto: Te leo desde 2018 más o menos y suelo estar atenta a tus publicaciones y videos porque siento que tocaron fibras de mi que nadie más podía ver. Creo que lográs poner en palabras gestos y acciones que he registrado con mi cuerpo en su momento pero que no supe decirlas, es como que me acercás las palabras para entender algunas cosas que son parte de lo que me pasa. La forma tan específica en que contás lo que sucede en una persona que atraviesa un trastorno alimentario ayuda mucho a detectar que lo que sucede no es «normal», pero tampoco es un destino fijo. Estoy haciendo terapia hace nueve meses y le conté a mi terapeuta sobre tu enfoque. Agradezco que exista este espacio para compartir y formar comunidad. Y te abrazo fuerte, muchas gracias.

  2. Anto, increíble escrito. Me llamo mucho la atención como a veces nuestros padres no hablan directamente de los problemas si no que son «un tema» muchas veces pensé que eso me pasaba solo a mi. Gracias por dejarnos ver tantas cosas. Amo este espacio ❤️

  3. Gracias por compartir tu experiencia, estoy segura que no soy la única que se siente identificada.
    Me hace sentir contenida saber que no soy la única que padece este sentir y que se puede resolver.
    Gracias siempre por tu empatía, compartida y todo el amor que le pones !

  4. Me siento tan identificada con algunas de las situaciones que contás. Hui de las primeras dos terapias que hice. No me sentí validada y no supe que hacer. Una de las dos psicólogas me dijo que no tenía un trastorno alimentario porque ella se hubiera dado cuenta de entrada, al verme por primera vez.
    Ahora me trato con una psicoanalista. Es un enfoque distinto pero me siento escuchada y pude avanzar como nunca. Creo que lo más importante es lograr ese vínculo con el terapeuta, además de encontrar a alguien que no minimice lo que te pasa.
    Gracias por compartir tu historia y por toda la información que nos brindas.

  5. Tu relato me llego a lo mas profundo de mi corazon, me senti muy identificada en muchos aspectos . Admiro mucho tu valentia. Gracias por mostrarte vulnerable y autentica, estas ayudando a muchas chicas que estan sufriendo en silencio, por mas profesionales como vos.

  6. Hola Anto! Sinceramente no sé cómo llegue a tu Ig y por lo tanto aquí (últimamente estuve viendo muchas páginas sobre nutrición, cambios de hábitos alimenticios,etc, pero no sufrí ni sufro ningún trastorno relacionado a la comida) sin embargo tus post me parecen súper interesantes y son un aliciente para repensar otras cuestiones que dejamos pasar o no logramos reconocer . Este texto es iluminador. Gracias por compartir!

  7. Anto, acabo de entender y de aliviarme. Recuerdo cuando me dijiste que no podíamos seguir trabajando juntas… mis mensajes de bueno, busquemos otro profesional… y mi rabia tapada, mi bronca, mis mensajes a mis amigas: mi psicóloga me dejo! A quien le pasa algo así? Ven que soy de otro planeta? La pared mea al perro…
    cuando me despedí, sentí esa cosa que en menos de dos segundos la angustia recorrió mi cuerpo hasta el llanto desconsolado, parecido al de ahora cuando te escribo….
    Asiq apego desorganizado … ❤️❤️❤️

  8. Es mi realidad lo q decís, mi infancia, mi historia con el estudio y carrera. Ese odio a uno mismo. Ese callarse para no generar pelea. Siempre estoy esperando la aprobación de alguien. De quien? Para que? Es difícil estar conforme y amarse uno mismo. No lo logro, no lo logré, no puedo…

  9. Hola Anto,
    No podría identificarme más con tu relato.
    Gracias por escribirlo, haces que me sienta comprendida y «más normal» por los pensamientos y sentimientos que me atraviesan a veces.
    Te aprecio mucho.

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