Trastornos Alimentarios

Una persona con un trastorno alimentario padece su relación con la comida.

En apariencia, presenta síntomas vinculados al mal manejo de su ingesta, pero esto es solo una pieza del puzzle que compone el cuadro de su vida. Detrás de todo aquello hay una historia por contar y es esa pieza, la comida, la encargada de modular las experiencias que va viviendo a lo largo de los años.

La relación alterada con la alimentación es un medio que tienen estas personas para gestionar su malestar interno, producido por su incapacidad de conectar consigo mismas. Su estado anímico, en su conjunto, se ve representado a través de la ingesta. Es de este modo que lo restringen (controlan) para evitar sentir, o lo modulan (descontrolándose luego de haber fracasado en el intento de control) a través de atracones y purgas. Estos comportamientos pueden o no ser constantes, o tener una menor o mayor frecuencia a través del tiempo.

En esta sección encontrarás los criterios diagnósticos. Debés tener en cuenta que no son suficientes como calificación aislada, ya que se deben entender en el marco del estilo de la personalidad, de la forma de apego (o de vincular) primario y cómo está estructurado el mundo interno. Además, es necesario indagar sobre la posible comorbilidad con otros padecimientos mentales: si un trastorno alimentario no mejora, puede que no lo sea y que haya otra alteración sosteniéndolo.

Por eso me adelanto: No te autodiagnostiques.

Entiendo la desesperación, la incertidumbre y la falta de confianza que como adulta sentís. Todo esto puede estar agravado por los miles de intentos fallidos que hiciste para mejorar. Pero, justamente, todo eso tiene que ver con la falta de atención y de cuidado, y con el mal manejo que probablemente hicieron de tu cuadro.

Un buen diagnóstico debe ser llevado a cabo por un profesional de la salud capacitado, que determine el plan de tratamiento específico para cada persona. Si intentaste mejorar y no lo lograste, no significa que no tengas solución, sino que quizás no fuiste entendida y vista como corresponde.

Una niña que no es vista, que tuvo que arreglárselas sola para crecer, será una adulta que puede funcionar de forma excelente en cuanto a las expectativas que tengan los demás de ella, pero que a nivel emocional e íntimo seguirá anulando sus deseos y necesidades al servicio de pertenecer. Del mismo modo que lo aprendió a hacer en el medio donde se formó.

El mal manejo de la alimentación es solo la cara visible de una estructura construida desde el vacío interno. Cuando intentemos acceder a esa construcción, nos toparemos con muros densos, con desvíos, con   superficies resbalosas, todas puestas a trabajar a fines de que no podamos conectar con el vacío que llevan dentro.

En EMDR no las llamamos resistencias, sino defensas.

Esas defensas, producto de aprendizajes previos, estarán al servicio de protegerla de ese dolor interno, de evitar que vuelva a sentirlo, para evitar complicarle la existencia a sus seres queridos. Por más dura que parezca la persona, detrás de la máscara se encuentra un ser vulnerable esperando ser visto.

Esa niña “invisibilizada”, aprendió a llenar su vacío con comida, conductas, pensamientos y sueños. Pudo aprender, incluso, a controlar sus necesidades retirando la comida y enfriándose para no sentirlas. Aprendió a esconderse y a calmarse con su ingesta, viendo en el espejo aquello que le dijeron o sintió que era: rechazable.

Criterios Diagnósticos

Se caracteriza por una reducción de la ingesta, que lleva a la persona a perder notoriamente su peso, poniéndola en riesgo. Toda su rutina está centrada en la preocupación por el peso y la comida, que suele sobre estimar y percibir de manera agrandada. No solo se ve o se siente gorda debido a la distorsión que posee de su imagen corporal, sino que esa alteración en la percepción también se traslada a su ingesta, viendo así su alimentación como excesiva. La anorexia está mediada continuamente por el miedo. Es la enfermedad del extremo terror, que lleva a la persona a mostrarse llena de ira, malhumorada, fría y frustrada.

Este cuadro cursa con grandes ingestas que se realizan de manera descontrolada en momentos específicos. La persona siente la necesidad de llenarse rápidamente y luego compensar de la misma manera. La forma más característica de purgarse es a través de los vómitos, aunque no es la única forma. Las acciones posteriores están orientadas a reparar lo sucedido durante el episodio de descontrol. Las personas que padecen esta enfermedad suelen estar cargadas de tristeza, preocupación y culpa, sentimientos que manejan por medio de su ingesta.

Este cuadro es similar al anterior, pero sin reparar en lo que se ha comido. La persona suele comer en exceso, hasta sentirse desagradablemente llena, y luego avergonzarse y sentir culpa por su comportamiento. Estas personas hacen esto para llenar su gran vacío interno y la tristeza que este les produce. La comida suele ser el único compañero indispensable para ellas.

Se caracteriza por la sensación de tener hambre durante todo el día, lo que causa un “picoteo” constante durante toda la jornada. No realizan atracones, sino que comen continuamente, debido a la creencia o la sensación de que tienen hambre, cuando en realidad no es así. Estas conductas se relacionan con eventos estresantes recientes que la persona no es capaz de tolerar. De esta manera, a través de ellas, evitan los sentimientos generados por dichos episodios.

La raíz de este trastorno se encuentra en una distorsión de la imagen corporal que conduce a la persona a tener una relación patológica con la comida. Todas las acciones están dirigidas a generar un cambio en su aspecto. Se alternan períodos de restricción con otros de atracones.

A diferencia de otras distorsiones de la imagen, la persona con vigorexia busca desarrollar proporciones musculares insalubres, que en muchos casos sobrepasan los límites que el cuerpo es capaz de soportar, comprometiendo seriamente la salud.

Se refiere al comportamiento de una persona que realiza una “re cena” o que, en lugar de descansar, se encuentra obligada a levantarse por la noche a ingerir alimentos en exceso. Estos malos hábitos no son aislados y, al ser recordados, le producen un gran malestar.

Los vómitos de origen psicógeno se incluyen en los trastornos alimentarios debido al descenso de peso que producen. Por lo general se producen inmediatamente luego de la ingesta, tomando por sorpresa a la persona y evitando que se absorban los nutrientes. Llevan al entorno del paciente a sospechar de ellos y sus motivos, pero si no son autoinducidos y no se encuentra una causa orgánica que los justifique, se asume que tienen origen psicológico.

O desorden de ingesta alimentaría evitativa o restrictiva en la infancia.

Hasta hace muy poco tiempo, no se le daba importancia a este cuadro dentro de los desórdenes de la alimentación. A quienes lo experimentan se los tildaba simplemente de niños “mañosos” o “caprichosos”. En estos cuadros, los infantes desorganizan su ingesta, ya sea por no poder integrarla a su psiquis o como evidencia de dificultades en el vínculo de apego con sus cuidadores.

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